FELIPE HERNÁNDEZ G.
UNESR/Cronista de Valle de la Pascua
El viernes 16 de marzo de 2012 fue bautizado en los espacios de la Casa de la Cultura “Lorenzo Rubín Zamora” de Valle de la Pascua, el poemario SENDERO, LLANO Y AMOR del Pedro Ramón Salcedo Herrera, poeta llanero natural del caserío Santa Clara de Manapire, en las inmediaciones de Santa Rita, Aguaro-Guariquito, Cabruta y el Orinoco medio, donde nació en 1935, aquerenciado en Valle de la Pascua, donde ha echado raíces sin olvidar las vivencias de aquellas inmensidades donde el horizonte uniéndose con las nubes es el límite.
Leer esta producción poética, es comprender que la única forma de ser poeta es ser uno mismo. Cuando se intenta ser los otros, gustar a los otros, sorprender a los otros, deja de tener valor la poesía, porque la autenticidad de la poesía está en el descubrimiento sustancial del recorrido por los intersticios de la condición humana, resultado de la inmersión en el abismo de las angustias, de las vivencias y de los recuerdos. En la obra de Pedro Ramón Salcedo se evidencia que la poesía tiene valor solo si descubre la teluridad que brinda su experiencia en la vida campechana, puesta al servicio de su frágil condición de ser humano con arraigados sentimientos por lo autóctono, que es lo que siente suyo.
Considérese, que la poesía no es sino el canto afinado del hombre en su largo camino hacia la eternidad. Manifestación de impotencia para mantenerse en el silencio primordial de las cosas. Por eso la poesía de Pedro Ramón Salcedo es un grito modulado de sus vivencias llaneras, así están expresadas en su poemario SENDERO, LLANO Y AMOR. Poesía de la tierra escrita con la humildad de un hombre sencillo que desde su finitud, brinda a quien quiera leer su producción poética con su fuerte amor por la tierra que lo vio nacer, por el llano guariqueño que le marcó el sendero desde sus entrañas. En sus versos puede palparse como una marca indeleble, la teluridad que antes marcó el destino de otros bardos compenetrados con el terruño, como Francisco Lazo Martí, Julio César Sánchez Olivo, Alberto Arvelo Torrealba, Germán Fleitas Beroes y tantos otros poetas llaneros. Es el legado innegable de un hombre de la sabana lanzado a los cuatro vientos del llano.
Estas afirmaciones nos remiten a una poética con un fondo manifiesto de añoranza no como paisaje, no como ecología, sino como patria, como vientre del hombre. Esa conciencia de que las palabras son aproximaciones hacia un fondo común que nos pertenece a los seres humanos solo por serlo, solo por formar parte de él. En el poema “La brisa del morichal” escribe:
La brisa del morichal / suspira con las palmeras, / se mueve sobre las olas / en las lagunas llaneras, / palpitan los pajonales / en tiempos de tolvanera, / alegra los mastrantales / en noches de primavera...
En tales términos, la palabra inspiración sale sobrando para Herrera. Más que estar inspirados es necesario sentir la vida, palparla por encima de la técnica. Que el oficio y la técnica sean alas y no la cárcel de la palabra. Y si los sentimientos no se dicen, de cualquier modo se sufre, pues la trayectoria vital de Pedro Ramón Salcedo trasluce que como poeta escribe por necesidad fisiológica y ontológica, como por un fatalismo, porque para él, la poesía, más que una vocación, es un canto, un destino o una misión por todo lo vivido.
Por eso en Herrera se aprecia que el acto poético es un acto de reconocimiento de si mismo, tal como lo plasma en el poema “Enamorando el estero”, cuando dice:
Soy brioso como un corcel / corriendo por la sabana, / dueño de la tierra llana / cuando la veo florecer, / decir llano es un placer / para el hombre cantador, / y para mí es un honor / al llano pertenecer, / como cada amanecer / refulgente como el sol.
Versos en décimas, que para este guariqueño son sentidas añoranzas de lo que hemos sido, lo que somos y esperamos seguir siendo.
Valle de la Pascua, 8 de abril 2012.
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