miércoles, 23 de noviembre de 2011

EL MERCADO MUNICIPAL DE VALLE DE LA PASCUA (Aproximación Histórica)


EL MERCADO MUNICIPAL DE VALLE DE LA PASCUA
(Aproximación Histórica)

DR. FELIPE HERNÁNDEZ G.
UNESR/Cronista Oficial de Valle de La Pascua
felipehernandez56@yahoo.es

La definición de Mercado Municipal corresponde a un conjunto de establecimientos minoristas independientes, fundamentalmente de alimentación perecedera, agrupados en un edificio de titularidad pública y normalmente de uso exclusivo, que tienen servicios comunes y requieren una gestión de funcionamiento también común, según las fórmulas jurídicas establecidas en la legislación de régimen local.
Los mercados municipales prestan un servicio que tradicionalmente se ha identificado con la actividad misma de las alcaldías y los concejos municipales, su principal objetivo es el almacenaje, manejo y distribución de productos (temporal o permanentemente); tratando, en lo posible, la eliminación de los intermediarios.
Hipotéticamente, el antecedente más remoto del Mercado Municipal de Valle de la Pascua puede encontrarse en el cruce de la calle González Padrón cruce con Paraíso, llamado esquina de La Canastilla, si se toma en cuenta que durante el período colonial y hasta bien entrado el siglo XIX en América, entre las acepciones de la palabra canastilla, esta significaba: lugar donde se vendían frutos y víveres. Así lo recogen las crónicas de la época. Tómese a modo de ejemplo la cita de cronista de Caracas, Prof. Guillermo Durand González (2002), cuando dice:
La postura del Gobernador Unzaga y Amezaga en torno a esta problemática, y la solicitud que hace al Ayuntamiento para que tome las medidas necesarias a fin de poner coto a esas irregularidades, fueron situaciones que se repitieron con cierta frecuencia, y que no hay dudas tuvieron eco en el abigarrado conjunto de tiendas y canastillas de la Plaza Mayor y en el variopinto conjunto de personas (vendedores y consumidores); todo ello en un ambiente donde los colores, sabores y olores se desprendían de verduras, quesos, pescados, frutas, carnes, granos y demás artículos necesarios para la vianda del caraqueño. p. 98.

Si se toma en cuenta la localización de la esquina de La Canastilla (a una cuadra de la plaza Bolívar), probablemente rememore la existencia de algún expendio de mercancías en el sitio, razón por la cual paso a la posteridad, identificando hasta la actualidad la esquina, aunque los vallepascuenses desconocen porque se llama así.  
En otro orden de ideas, oficialmente en Valle de la Pascua el primer Mercado Municipal que existió fue inaugurado en agosto del año 1945, durante la presidencia del general Isaías Medina Angarita. La información fue reseñada en la edición Nº 2 del periódico El Ganadero, que en esta ciudad publicaba la Asociación de Criadores de Infante (hoy APADI) en 1945. La nota escrita, dice así:
Esta población se muestra muy contenta porque ya han sido instaladas las carnicerías en el moderno y cómodo edificio del mercado construido por el Gobierno regional, pues así han quedado eliminados esos cuartuchos sucios y malolientes donde se expendía la carne, además de la incomodidad para los compradores, debido a lo pequeño de los locales. […] Esperamos que el nuevo mercado –de Valle de la Pascua- sea conservado siempre en perfecto estado de limpieza por el organismo que le corresponda y excitamos a la Jefatura Civil a enviar un guardia para garantizar que TODOS, grandes y chicos, sean atendidos debidamente.

Como lo dice la nota periodística, el mercado fue construido por el ejecutivo regional, ejercía como gobernador el Dr. Manuel Gimón Itriago, el jefe civil de ese entonces era el general Julián Carreño España y presidente del Concejo Municipal el Sr. José María Rubín.
El Mercado estaba ubicado en la calle Atarraya, entre Av. Rómulo Gallegos y la calle Paraíso. En la actualidad el edificio se mantiene en pie. Es la sede del Complejo Cultural “Víctor Vera Morales” y de la Oficina de Desarrollo Social de la Alcaldía del Municipio Leonardo Infante.
EL MERCADO MUNICIPAL DE VALLE DE LA PASCUA
            La actual sede del Mercado Municipal de Valle de la Pascua fue terminada de construir aproximadamente en el año 1977, durante la gestión como presidente del Concejo Municipal del Distrito Infante del Prof. José López Itriago, y los concejales: Sr. Manuel Oropeza Fraile, Dr. Carlos Eduardo Clavo, Sr. Emilio Laya Piñero, Sra. Ofelia Camero de Alayón, Simón Moreno Moreán, Sra. Isbelia Quijada de Suárez y Prof. Miguel Vilera del Corral. Síndico procurador: Sr. Ramón Vilera; y Secretario: Sr. Rafael Simón Gómez Conde.
Durante la gestión como presidente del Concejo Municipal del Prof. Heriberto Bustamante Padrón, en marzo del año 1988, registró en el Juzgado Segundo de Primera Instancia Civil, Mercantil, Tránsito y Trabajo de la Circunscripción Judicial del Estado Guárico el inmueble, el cual quedó registrado bajo el Nº 02873619 de fecha 21 de marzo de 1988. En el documento, el Prof. Bustamante expone:
“Ante Usted, con el debido respeto ocurro y expongo: Mí representada es propietaria y poseedora por haberlo construido a sus únicas y exclusivas expensas en terrenos de su propiedad, de un inmueble, destinado para “Mercado Nuevo Municipal”, con las siguientes características: Estructura de concreto armado, paredes de bloques y ladrillos con friso rústico, techo de estructura de concreto con cubierta de concreto armado y piso de cemento rústico, instalaciones sanitarias con porcelana económica, w. c., bidet y lavamanos, puertas y ventanas metálicas tipo rejas. El inmueble posee servicios de acueducto, electricidad cloacas, pavimentos, aceras, alumbrado público y teléfono… ”.
  
            El Mercado Nuevo Municipal de Valle de la Pascua, se encuentra localizado al Sur-oeste del casco central del Municipio Valle de la Pascua, en la calle Los Cardones c/c calle El Mercado. Frente a la Escuela Básica “Mariano Montilla”. Luego en la citada solicitud de registro se expone:
“Si saben y les consta que mi representada construyó hace aproximadamente once (11) años [En el año 1977], a sus únicas y exclusivas expensas y en terrenos de su propiedad, el inmueble anteriormente delimitado y alinderado”“Si igualmente saben y les consta que el inmueble antes mencionado lo construyó mi representada a un costo de: Dos millones cuarenta mil bolívares (Bs. 2.040.000,00)”. “…Den los testigos razón fundada de lo dicho”.

El área total del terreno es de 15.663 m2. Las áreas de la construcción son las siguientes: a) Área cubierta: 2.000 m2. b) Área de otras instalaciones: piso en patio interno: 900 m2; asfaltado en estacionamientos: 2.557,80 m2, y un cercado de alfajor de 625 metros de largo; y c) Área total construida: 2.000 m2, más 4.082,80 metros de largo de anexo a la construcción, representados por: cercas de alfajor, asfalto en estacionamiento y pisos en patio interno. Los linderos generales, son los siguientes: Norte: calle El Roble. Sur: calle El Mercado. Este: Terrenos municipales (Comedor Popular, Terminal de Pasajeros, sede del Ince) y calle La Vigía. Oeste: calle Los Cardones.
Desde su inauguración y hasta la fecha, el Mercado Nuevo Municipal de la ciudad de Valle de la Pascua, ha cumplido de manera encomiable la función social  de su objeto, como es, expender los principales rubros alimenticios que demandan los distintos sectores sociales que constituyen la población vallepascuense. 


FUENTES

DURAND GONZÁLEZ, Guillermo y GONZÁLEZ ANTÍAS, Antonio. (2002): Caracas en 25 escenas. Caracas: Alcaldía de Caracas. Fondo Editorial Fundarte.

HERNÁNDEZ G. Felipe. (2005): El Periódico Ganadero. Órgano informativo de la Asociación de Criadores del Distrito Infante. 1945-1946. Valle de la Pascua: IX Encuentro de Cronistas e Historiadores del Estado Guárico, 20, 21 y 22 de abril de 2005.

HERNÁNDEZ G. Felipe. (2006): Historia de Valle de la Pascua. En los Llanos del Guárico. 1725-2000. Caracas: Tipografía de Miguel Ángel García e hijo.

Juzgado Segundo de Primera Instancia Civil, Mercantil, Tránsito y Trabajo de la Circunscripción Judicial del Estado Guárico. Valle de la Pascua, 21 de marzo de 1988.

Oficina de Sindicatura del Municipio Leonardo Infante. Valle de la Pascua-Estado Guárico.

Oficina Subalterna de Registro del Distrito Infante del Estado Guárico, Nº 20. Folio 25 vuelto del Protocolo Primero. 3er trimestre. Año 1967.

            Periódico El Ganadero Nº 2. (1945): Inaugurado el Nuevo Edificio del Mercado. Valle de la Pascua: 8 de septiembre de 1945. p. 3.
  
            Recopilación de información documental: Sr. Luis Carlos Seidel A.

En la ciudad de Valle de la Pascua, a los once días del mes de noviembre del año 2011.

LA REVOLUCIÓN INTEGRADORA Y EL ALZAMIENTO DEL CORONEL CAYETANO GABANTE EN TUCUPIDO EN 1833


FERIAS EN HONOR A SAN RAFAEL ARCANGEL 2011
MUNICIPIO JOSE FELIX RIBAS-ESTADO GUARICO

III ENCUENTRO DE HISTORIADORES Y  CRONISTAS DE  TUCUPIDO
Tucupido, 25 y 26 de octubre de 2011
Lugar: Complejo Cultural “Fray Anselmo de Árdales”

Ponencia
LA REVOLUCIÓN INTEGRADORA Y EL ALZAMIENTO DEL CORONEL CAYETANO GABANTE EN TUCUPIDO EN 1833
DR. FELIPE HERNÁNDEZ G.
UNESR/Cronista Oficial de Valle de La Pascua
felipehernandez56@yahoo.es

Apenas estaba instalado el gobierno de la naciente República después de la Separación de Venezuela de la Gran Colombia en 1830 y electo como Presidente Constitucional el general José Antonio Páez, cuando apareció en el país, el mal endémico que azotaría a Venezuela durante todo el siglo XIX, caracterizado por el irrespeto a las instituciones y el anárquico individualismo que signa nuestra idiosincrasia. Esta continuada eclosión se manifiesta por medio de montoneras, guerrillas, disturbios populares, alzamientos, motines, revoluciones y golpes de estado.
En ese concierto se inscribe la Revolución Integradora, nombre con el que se conoce en la historia de Venezuela la rebelión y las acciones que se produjeron en el Oriente del país desde donde se extendieron por buena parte de los territorios del Guárico, y que tenía como bandera y objetivo la restitución de la Gran Colombia. En ese orden de ideas, a un año escaso de haber nacido Venezuela como República, el general José Tadeo Monagas alzó la bandera de la rebelión en su hato Los Robles. El 8 de enero de 1831, en Aragua de Barcelona, los cultivadores de tabaco de la región se insurreccionaron y asaltaron la sede de la administración del producto. El día 15 de enero se reunieron en asamblea y la protesta adquirió un carácter subversivo ante su poder de convocatoria. Acordaron desconocer al Gobierno, sus leyes y su Constitución, proclamando la integridad de la República de Colombia. Le propusieron a José Tadeo Monagas la jefatura del movimiento y este aceptó, con lo cual la insurrección se tornó más grave y peligrosa, tomando el nombre de Revolución Integradora.
El 22 de mayo de 1831 se realizó en Barcelona una asamblea popular que resolvió invitar a las provincias de Cumaná, Margarita y Guayana, para que junto con la de Barcelona formaran un nuevo estado independiente que se llamaría Estado de Oriente, reconociendo el fuero militar que había sido abolido por el Congreso y nombrando a Santiago Mariño como gobernador de dicho estado, y a José Tadeo Monagas como segundo. El acta levantada al efecto decía que “la Constitución atacaba a la religión en sus principios, desaforaba el clero y destruía la milicia y su fuero, tan necesario para fundar y organizar los ejércitos”.
Recuérdese que el clero, representado por el Arzobispo de Caracas, Ramón Ignacio Méndez se había opuesto a que la Constitución centro-federal de 1830, fuese juramentada en la Catedral de Caracas, ya que este era un acto político y no religioso, esta oposición le costó la expulsión del país junto con los obispos de Mérida y Guayana, quienes se habían solidarizado con él.
 Mariño aceptó los postulados de esta acta acompañado por Monagas, lo que obligó a Páez a ponerse personalmente en campaña contra este movimiento separatista. Debidamente autorizado por el Congreso para conceder amnistía a los sublevados, Páez envió como comisionados al cuartel general de los insurrectos, a los comandantes Manuel Figuera y Miguel Rola, a entrevistarse con Monagas. Aunque estos en un principio estuvieron dispuestos a conciliar, las reuniones no llegaron a nada concreto.
Movilizando un ejército sobre los alzados, y después de algunas escaramuzas, se avino el general Monagas a someterse y aceptaron deponer las armas en Valle de la Pascua, donde se reunieron con Páez el 23 de junio de 1831, pues no tenían como enfrentar las fuerzas militares del gobierno movilizadas en su contra. El día 24 se proclamó el acuerdo por el cual se licenciaban todas las tropas revolucionarias y se garantizaban las vidas y la posesión de los bienes de los alzados.
El 7 de marzo de 1833 el coronel Cayetano Gabante quien había secundado a Monagas en 1831, se declaró en armas en Tucupido, proclamando la reconstitución de la Gran Colombia. Tomó la población de Chaguaramal en el Unare y rechazó la amnistía que le fue ofrecida por el gobierno de Páez.
Expone la historiadora Mireya Soto (1988), lo siguiente:
“Gavante poseía, y así lo demostró, una extraña personalidad, pues pasó de ser separatista y estar dispuesto a marchar si se intentaba restablecer la unión colombiana, en 1830, a ser un integracionista que a principios del año 1834 y ejerciendo la presidencia el general José Antonio Páez, se alza en las cercanías de Tucupido (Unare) y proclama la unidad de Colombia. A ese ideal integracionista parece que se agregaba un cierto resentimiento contra el gobierno por una deuda que se la había reconocido, pero no pagado”.

Perseguido y derrotado, el coronel José María Zamora lo apresó el 3 de abril de 1833 en el sitio de La Iguana, estado Guárico, después de una breve escaramuza, el historiador Domingo Irwin (2008:74), refiriéndose al fracaso del alzamiento de Gabante, dice lo siguiente “No obstante las limitaciones de equipamiento del gobierno, fue mantenida la paz pública. La pequeña insurrección del coronel Cayetano Gabante fue dominada con relativa facilidad…”. Llevado a Caracas de donde logró huir de la cárcel el 6 de junio, es decir, un mes después.
Huyendo hacia su natal Tucupido, se escondió en el centro del país, acompañado de su medio hermano el comandante Andrés Guillen, quien comandó el asaltó a la cárcel de donde lo liberó. José Dionisio Cisneros, el mismo bandolero que Páez había indultado en 1830, comisionado por el gobierno para perseguirlo y enfrentarlo, logró alcanzarlo el 11 de noviembre en el sitio de El Acapro en jurisdicción de Guayas, cerca de La Victoria, Aragua.
Su medio hermano Andrés Guillen murió en el encuentro y Gabante logró huir con tres de sus compañeros, quienes para congraciarse con el gobierno, lo asesinaron después de haber asistido a una fiesta cerca del pueblo de El Sombrero, donde estaban reunidos el comisario y personalidades de la localidad, en la cual se discutió sobre la “gran revolución” que se preparaba contra el gobierno de Páez, cuyo caudillo era Gabante.
El miércoles 14 de mayo de 1834, Gabante fue emboscado en inmediaciones de los pueblos de Ortiz y El Sombrero por sus secuaces. En el alevoso ataque resultó muerto, siendo sepultado por sus atacantes en la Mesa de Paya. Así terminó las correrías como caudillo militar el coronel Cayetano Gabante.
Fue uno de los tantos soldados de extracción popular que en la Venezuela decimonónica, una vez consolidada la República, cambiaron sus lauros militares por usufructos. En su natal Tucupido es recordado, porque es epónimo de una de las calles centrales de la población, su nombre atraviesa la ciudad de sur a norte, pasa por el costado Este de la Plaza Bolívar frente a la iglesia San Gabriel Arcángel, lo que permite inferir el reconocimiento de héroe que le han prodigado sus paisanos.
La historiadora guariqueña y profesora universitaria, Dra. Miriam Meza Báez de Borges (2011), considera que para la historia regional del Guárico, esta investigación constituye un importante aporte, por cuanto “es muy escasa la información sobre este singular hecho histórico, siempre se habla del movimiento de Oriente y de Monagas y no de la participación de gente del Guárico y de la repercusión en los pueblos del  llano guariqueño del citado movimiento”.
REFERENCIAS

BRAVO, Manuel J. (1979): Algunas expresiones ideológicas del período de las oligarquías, 1830-1858. Caracas: Tipografía de Miguel Ángel García e hijo.


ESTÉVEZ GONZÁLEZ, Edgar. (2006): Las guerras de los caudillos. Caracas: Libros El Nacional.


IRWIN G. Domingo. (2008): Caudillos, militares y poder: Una historia del pretorianismo en Venezuela. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello.


SOTO ARBELÁEZ, Manuel. (2011): Ilustres héroes de la Independencia Suramericana nacidos y/o relacionados a Tucupido. Tucupido: III Encuentro de Historiadores, Cronistas e Investigadores en Tucupido. Complejo Cultural Fray Anselmo de Árdales. Octubre 2011.

SOTO DE L. Mireya. (1988): “Cayetano Gavante”. Diccionario de Historia de Venezuela. Tomo 2. Caracas: Fundación Polar. Editorial Ex Libris. p. 263.

APORTES HISTÓRICOS SOBRE EL PRONUNCIAMIENTO DE LOS CABILDOS Y LOS PUEBLOS DEL GUÁRICO A FAVOR DE LA CAUSA PATRIOTA


MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA CULTURA
CENTRO NACIONAL DE HISTORIA
ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN
UNIVERSIDAD RÓMULO GALLEGOS (UNERG)
XI CONGRESO NACIONAL DE HISTORIA REGIONAL Y LOCAL

APORTES HISTÓRICOS SOBRE EL PRONUNCIAMIENTO DE LOS CABILDOS Y LOS PUEBLOS DEL GUÁRICO A FAVOR DE LA CAUSA PATRIOTA

DR. FELIPE HERNÁNDEZ G.
UNESR /
Cronista Oficial de Valle de La Pascua
RESUMEN
La etapa comprendida desde los sucesos del 19 de abril de 1810 hasta la Batalla de Carabobo en 1821, es una etapa indicativa del desvelamiento de las posibilidades creadoras del momento y de la disposición de los actores sociales para apropiarse de ellas. Puede decir, que los acontecimientos no solo son importantes por si mismos, sino también por el proceso que ellos generaron. Durante ese período la participación de los pueblos del Guárico respondió a las circunstancias que imponía el momento histórico, sumándose a través del pronunciamiento de los cabildos, de la contribución económica y del alistamiento de los diversos sectores sociales en las acciones militares, aportando su cuota de sacrificio en aras de la independencia y la libertad de la patria. Aún cuando en los archivos reposa suficiente material documental, historiográficamente la participación popular de los ayuntamientos y de los diversos actores sociales del Guárico en la gesta patriota, ha sido poco estudiada, haciéndose necesaria su divulgación para el empoderamiento de las nuevas generaciones de guariqueños.
Palabras Claves: Cusa patriota, ayuntamientos, Soberanía, Independencia.    
SUMMARY
The period covered since the events of April 19, 1810 to the Battle of Carabobo in 1821, is indicative of the disclosure stage of the creative possibilities of the moment and the willingness of social actors to appropriate them. You can say that events are not only important in themselves, but also the process that generated them. During that period, the share of the peoples of Guárico responded to the circumstances imposed by the historical moment, adding through the delivery of the councils, the economic contribution and the enlistment of various social sectors in military operations, bringing its share of sacrifice for independence and freedom of the motherland. While resting on file sufficient documentary material, historiographically popular participation of municipalities and social actors in the epic Guárico patriot, has been little studied, necessitating disclosure to empower new generations of guariqueños.
Keywords: Patriot cause, municipalities, Sovereignty, Independence.

APORTES HISTÓRICOS SOBRE EL PRONUNCIAMIENTOS DE LOS CABILDOS Y LOS PUEBLOS DEL GUÁRICO A FAVOR DE LA CAUSA PATRIOTA


MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA CULTURA
CENTRO NACIONAL DE HISTORIA
ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN
UNIVERSIDAD RÓMULO GALLEGOS (UNERG)
XI CONGRESO NACIONAL DE HISTORIA REGIONAL Y LOCAL

APORTES HISTÓRICOS SOBRE EL PRONUNCIAMIENTOS DE LOS CABILDOS Y LOS PUEBLOS DEL GUÁRICO A FAVOR DE LA CAUSA PATRIOTA

DR. FELIPE HERNÁNDEZ G.
UNESR / Cronista Oficial de Valle de La Pascua

I) La etapa comprendida desde los sucesos del 19 de abril de 1810 hasta la Batalla de Carabobo en 1821, historiográficamente constituye la referencia temporal fundamental que señala la clausura del ciclo histórico colonial en Venezuela y la apertura de un nuevo conjunto de posibilidades que se presentan ante la sociedad de ese entonces. Es una etapa indicativa del desvelamiento de las posibilidades creadoras del momento y de la disposición de los actores sociales para apropiarse de ellas. En ese sentido, se puede decir, que los acontecimientos no son sólo importantes por si mismos, sino también por el proceso que ellos generaron. Los rasgos más sobresalientes del proceso social que se desarrolló durante ese período en Venezuela se encuadran dentro de la perspectiva de la emancipación del gobierno español para la constitución de una república independiente.
El 4 de diciembre de 1811, el Congreso Federal Constituyente sancionó la primera Constitución de Venezuela, a instancias de las acciones adelantadas por los políticos socialmente pertenecientes a la clase de los blancos (criollos y metropolitanos) quienes imbuidos del espíritu revolucionario; aprobaron una medida, según la cual, todos los hombres de color libres quedaban igualados ante a ley con los blancos en el marco de la ciudadanía. Indudablemente, que esta medida no habría sido concebida sin la presión que previamente ejercieron algunos individuos pertenecientes a las elites “de color” de la Provincia de Caracas. El principio constitucional estuvo basado en la Constitución de los Estados Unidos y los ideales de la Revolución Francesa, respetando los derechos del hombre y dándoles a todos los habitantes el tratamiento de ciudadano sin importar la clase social. Es de hacer notar, que en ella no se abolió la esclavitud, pero se prohibió el comercio de esclavos. De forma general se puede tomar la aprobación de esta Constitución como el inicio de la Primera República.
La guerra de independencia de Venezuela fue quizás la más reñida de los conflictos por la emancipación de América. El territorio venezolano cambió varias veces de mano, las batallas se libraron a todo lo largo y ancho del país y las atrocidades eran comunes en ambos bandos. La causa realista contó en los primeros años del conflicto con un gran apoyo popular producto del odio de las clases bajas al predominio de los mantuanos.
En los trece años que duró el conflicto, solo hubo unos cinco meses de paz generalizada en el país, producto del Tratado de Armisticio y la Regularización de la Guerra de 1820.
II) El Guárico durante la Guerra de Emancipación nacional pertenecía a la Provincia de Caracas, durante este período en su suelo y en sus llanos se escenificaron permanentes combates. Los primeros pronunciamientos de emancipación se produjeron en las poblaciones de Calabozo y Chaguaramas. A escasos días de la firma de la Declaración de Independencia en Caracas, el 5 de julio de 1811, el Cabildo de la Villa de Todos los Santos de Calabozo procedió de forma idéntica. El pronunciamiento del cuerpo edilicio de esa ciudad, encabezado por su presidente, Juan Vicente Delgado, que a su vez era el justicia mayor, junto con el alcalde Miguel Antonio Mirabal, y los regidores: Juan Manuel Bermúdez, José Antonio Hurtado, Pedro Antonio Camacho, y el síndico procurador José Revenga, procedieron a dar cumplimiento a lo resuelto y proclamaron la Independencia, en sintonía con la orden del Supremo Poder Ejecutivo.
El acta de la sesión del Cabildo calaboceño, está redactada en los términos siguientes: “Reconocer la Soberanía y Absoluta Independencia que el Orden de la Divina Providencia ha restituido a las Provincias Unidas de Venezuela, libres y exentas para siempre de toda sumisión y dependencia de la Monarquía española…”. Del Guárico salió como diputado por Calabozo Juan Germán Roscio, a su vez, es él quien redacta junto con Francisco Isnardi y Fernando Rodríguez del Toro e Ibarra,  el Acta de la Independencia.
Un inestimable testimonio es el que dejó el presbítero Julián Llamozas (1815), sobre el pronunciamiento de Calabozo, los primeros hechos que ocurrieron en la ciudad y la trayectoria criminal de José Tomás Boves. Sobre el particular escribió:
El Comandante General Bobes desde el principio de la campaña manifestó el sistema que se había propuesto y del cual jamás se separó: fundábase en la destrucción de todos los blancos conservando, contemplando y halagando a las demás castas como resulta de los hechos siguientes: En el Guayabal poco después de la batalla de Mosquiteros declaró la muerte a todos los blancos y los ejecutó constantemente hasta el pueblo de San Mateo. Por consecuencia de esta resolución hizo matar en Calabozo 87 blancos que pudo aprender.  
Agregando luego, como el alférez real, Joaquín Delgado participa al pueblo el hecho y la reacción favorable de éste.
Otro testimonio importante lo aporta el canónigo José Cortés de Madariaga, en el relato expuesto en su Diario de un viaje por el Río Negro, Meta y Orinoco, de regresó, el 15 de agosto de 1811 hizo una parada de varios días en Calabozo, dejando constancia del regocijo que halla en este pueblo, donde lo recibieron con palmas y vítores. También se admiró el Canónigo del recibimiento que le hicieron en Guayabal, donde durante su visita, “celebraron la declaración de independencia con bailes y fiestas públicas”.
El coronel de Ingenieros Pedro Aldao, comandante de la plaza de San Fernando de Apure, para celebrar la firma del Acta de la Independencia realizado en Caracas el 5 de Julio de 1811, organizó una fiesta campestre, con música, fuegos artificiales y carne asada, en el lugar que llamaban “Playa Caracas” (hoy Puerto Miranda), frente a San Fernando de Apure, río de por medio, en territorio guariqueño, que en ese entonces era jurisdicción de la Provincia de Caracas. Para perpetuar el patriótico hecho, Aldao hizo sembrar numerosos arbolitos de samán, para que creciesen frondosos como la patria que se estaba creando. Aldao murió heroicamente defendiendo a Calabozo de los ataques de José Tomás Boves, en el Paso de San Marcos, el 8 de Diciembre de 1813. Boves hizo colocar su cabeza frita en aceite en la Plaza Mayor de San Fernando, para escarmiento de los patriotas apureños y de sus habitantes.
En 1812, el caudillo realista Eusebio Antoñanzas, lugarteniente de Domingo de Monteverde, ordenó a sus tropas incendiar el pueblo de Ortiz y aterrorizar a sus habitantes por su adhesión a la causa patriota. El historiador y periodista José Obswaldo Pérez (2003), sobre el terrible suceso, expone:
Fue una de las etapas más oscuras del pueblo orticeño. Se cometieron las mayores atrocidades a mujeres, niños y hombres por parte del ejército realista. Sus cuarteles se establecieron en la localidad como centros estratégicos para enfrentar lo que llamaban la “Sublevación” de los patriotas, liderizados por Simón Bolívar… Este hecho histórico –después de la quema del pueblo- causó entre los habitantes un permanente vaivén de angustias y miedo con la entrada y salida de los ejércitos realistas. No obstante, la población se une a la causa independentista, cuyas adhesiones favorables a Bolívar comienzan a oírse desde el púlpito de la iglesia Santa Rosa de Lima de Ortiz.
Los intentos por asegurar la fidelidad y adhesión del ‘gremio de pardos’, blancos de orilla y otras clases a la nueva situación política que se había inaugurado en abril de 1810, el Guárico tuvo la receptividad esperada. Esto se evidenció en el interés que de diversas maneras manifestaron sus miembros a favor del éxito del proyecto juntista, sobre todo en forma de generosos donativos cuyas listas aparecían publicadas regularmente en la Gaceta de Caracas. En el Guárico, son emblemáticos los casos de José Félix Salinas, natural de la población de San Francisco de Tiznados, de quien el historiador José Obswaldo Pérez (2011), escribió lo siguiente:
Nacido en San Francisco de Tiznados a fines del siglo XVIII. Fue propietario de bienes en el sitio de La Guásima, bienes que abandonó y se incorporó junto con sus esclavos a la guerra de la Independencia. Casado con Anastacia Ceballos, natural de San Francisco de Tiznados… Es uno de los pardos Beneméritos distinguido del resto de la “gente de color” de aquella población de principios del siglo XIX, que se destacó en la lucha por la libertad y la igualdad entre sus congéneres. En 1811, Salinas aportó “80 arrobas de carne y 30 pesos en plata para pan” destinados para que las tropas patriotas fueran a combatir a quienes en Valencia y en Coro se oponían a la independencia… Ese mismo año de 1811, José Félix Salinas expone ante la Junta Suprema de Caracas: que el teniente justicia mayor de Calabozo no quiso cumplir la orden del 26 de noviembre de 1810, impartida por la misma Junta Suprema (la Conservadora de los derechos del rey Fernando VII) para que le permitieran a él y a su familia usar alfombra en la iglesia de San Francisco de Tiznados, alegando estar enfermo de sus rodillas “por la humedad de los suelos a causa de darse sepultura en ellos a los cadáveres”. Razón por lo cual los mantuanos del pueblo habían protestado, prerrogativa sólo dispensada a los blancos.

No obstante, la Junta Suprema ordenó cumplir la orden de que cualquier persona, de cualquier sexo o clase social, podía usar la alfombra y que sobre ello no debe hacerse ni consentirse se haga novedad que lo impida. Entre los firmantes del decreto se en encuentra su paisano el doctor Juan Germán Roscio, junto con los demás integrantes de la junta.
En el Oriente del Guárico el patriotismo y la adhesión a la causa independentista de sus habitantes, también fue emblemática desde el mismo año de 1810. En Santa María de Ipire, el hacendado Vicente Siso se presentó ante la Junta Suprema “ofreciendo para el servicio de la patria todos sus bienes, persona y la de sus hijos don Felipe y don Luis José, también una compañía de caballería que unida a dos que hay en el pueblo formen un escuadrón, el cual uniformará y armará a sus expensas, proporcionando de cuartel una de las casas grandes que allí posee”.
La Junta convino y se constituyó en Milicias de Blancos de Santa María de Ipire con don Vicente Siso como comandante. Apunta Adolfo Rodríguez (1998): “Hasta los indígenas de la región se pronunciaron contra el Rey en Santa María de Ipire, probablemente muchos de los que acompañaban a Pedro Zaraza y a los Monagas en sus luchas”.
En el sitio de La Corona, a dos kilómetros del pueblo (Santa María de Ipire), Boves logró uno de sus primeros triunfos, al sureste es vencido Belisario en Medrano, donde luego serán batidos los realistas por Julián Infante; informa J. A. De Armas Chitty (1988), que “en el Chaparral de El Manguito corrió más de una vez sangre de republicanos. No lejas del pueblo, en el Cerro de Boves, el asturiano cometió degüellos sin cuento”.
Aunque no se disponen de documentos, según la tradición oral, también en Chaguaramas se produjo un fervoroso pronunciamiento a favor de la Declaración de Independencia, llegándose a acuñar una medalla de oro con la inscripción siguiente: Chaguaramas. 1811. Libertad. Además, Chaguaramas fue patria de hombres claves durante la guerra, puesto que en pueblos y comunidades que para ese entonces pertenecían a su jurisdicción, nacieron valientes patriotas, entre los que se cuentan: Manuel Cedeño, Pedro Zaraza, Julián Infante, Juan José Rondón, aparte de los nacidos en el mismo pueblo: los Belisario, los Celis, Camero, Manuitt, Méndez, y otros.
Los pueblos del Guárico no escaparon a la insaciable sed de sangre del asturiano José Tomás Boves, al respecto su capellán, el presbítero José Ambrosio Llamozas expone que “…en los campos de batalla y en los pueblos pacíficos se cometieron por su orden horrores de los que hay pocos ejemplares…”. Como uno de los oficiales de Eusebio Antoñanzas, Boves se incorporó con este al ejército de Monteverde. Con la guerra de Independencia, José Tomás Boves se transfiguró, llegando a simbolizar al mismo Lucifer, desolando a Venezuela con degollinas efectuadas al son del “piquirico”, famoso joropo de entonces.
En enero de 1813, al ser nombrado Antoñanzas gobernador militar de Cumaná, José Tomás Boves fue designado por el realista Domingo de Monteverde, Comandante General de Calabozo. Pocos Meses después, cuando se hallaba en curso en el Oriente de Venezuela la ofensiva republicana del general Santiago Mariño, la población de Espino, situada al sureste de Calabozo, hacia el río Orinoco, se sublevó a favor de la causa republicana. Boves develó esa insurrección con mano fuerte, y mandó a ejecutar a numerosos prisioneros.
De la Insurrección de Espino, el historiador Manuel Vicente Magallanes (1983) escribió las notas siguientes:
… En Villa de Cura se unieron a las tropas Antoñanzas con las de Monteverde, junto con ellos después de la capitulación de Miranda, entró Boves en Caracas. Nombrado Comandante Militar de Calabozo regresó al llano. A poco descubrió una conspiración en Espino, dirigida por un estudiante de derecho llamado Gil Antonio Parpacén, en cuyos planes estaba asesinarlo. Tremendas fueron las represalias de Boves, procediendo a matar a todos los comprometidos.

El joven estudiante de derecho, Gil Antonio Parpacén, quien contra José Tomás Boves dirigió la Conspiración de Espino, pagando con su vida, era además poeta y dejó escrito para la posteridad un romance sobre Guardajumo, del cual, una de sus estrofas podría servir de epitafio al tristemente célebre asturiano. El poema dice así:
I
Luego que yo con mi vida / haya mi culpa pagado, / a Dios remito mi alma / y a su tribunal sagrado. / Y mi cabeza se ponga / en la eminencia de un palo, / donde sirva de escarmiento / y de freno a los malvados.
II
Boves huyó del cantón / del pueblo de Guasdualito, / se vino hacia Palmarito / corriendo sin ton ni son. / En la fugaz retirada / doscientos mató el asturiano / y donde quiera un osario /dejó su temible espada. / Yo quisiera preguntar / por las muertes que estoy viendo. / Si doscientos mató huyendo / ¿Cuántos mató al atacar? Gil Antonio Parpacén.

Era tal la desolación en que estaban los pueblos del Guárico, que ante la amenaza permanente del sanguinario Boves, buena parte de su poca población (especialmente del oriente del Guárico) se unió en una caravana de gentes de Chaguaramas, el Orituco y Espino que huyó a Oriente, hasta Maturín. Existen testimonios que indican, que entre los emigrados iba Juana Ramírez, que provenía de la zona de Lezama en el Orituco, heroína guariqueña cuyo nombre está registrado en la historia nacional como Juana La Avanzadora.
Debido a lo desolado que quedó el pueblo de Espino, y ante la amenaza de un nuevo ataque del sanguinario Boves, buena parte de la escasa población restante se sumó a una caravana de gente de Chaguaramas que huía a oriente, específicamente a  Maturín, en ese sentido, Felipe Hernández (2010), informa que:
            Los datos de la emigración de la gente de Espino, Orituco y Chaguaramas, según don Gerónimo Escobar Ramírez, (1914), los obtuvo de la ilustre anciana espinense, doña Ana María Ramírez, quien siendo aún una niña, formó parte de los emigrados; en atención a la información que le aportó, expone: “Curiosas noticias se dan en la localidad: La anciana Ana María Ramírez…narra que cuando la Guerra Magna toda esa gente de los vecindarios y caseríos de La Pascua, Tucupido, etc., se reconcentraron en Aracay, Iguana y Los Playones, tocando antes Espino. Ya la emigración de este último sitio había tomado el mismo rumbo....     
Un dato importante y poco conocido en la historia del Guárico, es que el general Pedro Zaraza hizo sus primeras armas en Espino. Así lo dice él mismo en los apuntes que escribió para el doctor Cristóbal Mendoza en 1824, los mismos son reseñados de la manera siguiente: “En noviembre de 1813 tomé las armas siendo nombrado oficial y salí con cuarenta hombres de auxilio a Espino y destruí a los godos que allí estaban al mando de Bernardino Nogales y Juan Gregorio Gedler con 236 hombres de todas armas; allí estaba el comandante patriota Villegas que huyó y tenía 80 hombres, me retiré a Chaguaramas con los heridos.

            El año 1816, los pueblos guariqueños fueron nuevamente escenario de la guerra, que por igual se libraba en todo el territorio de Venezuela, los patriotas, Pedro Zaraza, Julián Infante y Basilio Belisario luchaban denodadamente contra las fuerzas realistas en el Guárico, sin embargo, las iglesias, los pueblos y villorrios eran quemados hasta sus cimientos. Sirva de referencia el relato que le escribió el sacerdote realista Félix Yépez, al arzobispo Narciso Coll y Prat:
Luego que nuestro ejército salió de este pueblo de Chaguaramas, en persecución de los insurgentes, y se apostó en Jácome, territorio de Valle de la Pascua, no quise perder la oportunidad que se me presentaba para pasar por este último. Con efecto me transferí a él, pero no encontré más que los vestigios del antiguo pueblo, que había sido incendiado y reducido a pavesas, en uno de los combates horrorosos de que fue teatro. Su antigua iglesia había sido destruida del todo por el gran terremoto. Y una ermita de bahareque y cubierta de paja construida posteriormente se halla en el estado más deplorable amenazando su total ruina. Los pocos habitantes que han sobrevivido por el furor de la guerra se hallaban dispersos y sepultados en las montañas o en los retiros, huyendo de las terribles convulsiones que todavía agitan estos parajes. En el pueblo casi nadie habita, en una u otra chocita que ha quedado.

 Como se puede ver, en el territorio del Guárico no ocurría nada distinto de lo que ocurría en el resto de las regiones llaneras, donde la mayoría de los negros y esclavos importados hacia esas regiones escapaban para incorporarse a “las poblaciones volantes de cimarrones e indios rebeldes y apostatas”. En los hatos o fincas ganaderas los escasos esclavos que no huían formaban parte de la servidumbre doméstica o trabajaban en condición de peones libres, jurídicamente y desde el punto de vista de su personalidad básica: sobre mi caballo yo y sobre yo mi sombrero, es la expresión que define cual ninguna otra las normas de vida libertaria del hombre llanero de la época.
La línea de separación y movilidad entre esa masa de explotados y los cuerpos de poblaciones volantes de bandoleros de ambos sexos, sin Dios y sin ley, es casi imperceptible. Los llaneros de los siglos XVIII y XIX, algunas veces trabajan como peones en los hatos y en determinados momentos transgreden las normas jurídicas impuestas por sus explotadores y se transforman en cimarrones, incorporándose a los grupos humanos que asaltaban pueblos, villas y ciudades, ahorcaban a las autoridades, saqueaban las iglesias, robaban mujeres sin diferencias de edad, especialmente blancas.
Ante esa realidad, el Estado republicano contempla con temor la situación social de los llanos. Sus figuras más representativas, dando muestra de una aguda intuición de clase explotadora, presienten que en esa masa de población las ideas de libertad, igualdad y fraternidad podrían penetrar muy hondo y contribuir a justificar las luchas igualitarias sostenidas por los explotados de esas regiones. Expone Juan Uslar Pietri (1962), que:
La rebelión popular en Venezuela en 1814 no fue un simple acontecimiento local, natural en la lucha. Sino el suceso social de más envergadura que registra la historia de la emancipación americana [...] Aquellas insurreccionadas montoneras que iban saqueando y matando blancos, cometiendo sacrilegios en las iglesias, ensangrentando altares, no podían ser jamás realistas, ni representantes del orden y la religión [...] era [...] para satisfacer sus odios de clase, para realizar la libertad social que anhelaban.

En otro orden de ideas, la estructura económica y social caracterizada por un sistema social de clases y de castas, que la clase dominante se empeñaba en prolongar e institucionalizar apoyados en la ideología democrático – burguesa, fue determinante para que en los llanos estallaran rebeliones de peones libres, que no creían en el mando político de los que hasta entonces habían sido sus señores, ello determinó que en el Guárico entre 1810 y 1821 al igual que en otros lugares del territorio de Venezuela ocurrieron hechos de gran trascendencia.
La influencia que en algunos pueblos del Guárico tenían ciertas familias españolas y criollas, la forma como se administraba justicia y la manera de actuar, tanto de los encargados de dirigir la vida pública, como de los terratenientes y hateros, creó un sistema rígido, por medio del cual intervenían en los asuntos privados de cualquier persona por el solo hecho de pertenecer a las familias dominantes. Al lado de este control iban los curas catequizando contra la República. Los dueños de hatos, trataban de formar cuerpos domésticos, con la misma finalidad. Reclutaban a personas que les servían, cuidándose de utilizar a los esclavos, por cuanto estos acusaban un valor que no querían exponer.
Aunque los terratenientes comprendían que la guerra podía limitar sus privilegios, jamás pensaron que la pudiese perder España. Creían que la presencia de hombres representativos de la llamada burguesía criolla al frente de la revolución no constituía peligro para sus intereses. Era un equilibrio difícil de sostener, porque en el llano –a diferencia de la ciudad-, el esclavo huía y se sumaba a las montoneras. Cuando estalló en Caracas el movimiento independentista, los dueños de hatos en el Guárico solicitaron la colaboración de las autoridades españolas, y estas se mantuvieron alertas sobre cualquier incidente. Ambos se complementaban y la necesidad les unía.
En los hatos más poblados, el mayordomo era el encargado de vigilar el caserío. Este debía informar al propietario y al justicia mayor del pueblo, de lo que oyese y observase. Por su parte, a oídos de los peones libres y de los esclavos, llegaban sólo rumores de lo que ocurría. Nada entendían ellos de República, pues lo que aspiraban –principalmente los esclavos- era que les libertasen. Criados sin comunicación con el mundo exterior, ignorantes de las ideas que se discutían y por las cuales ya existían mártires y combatientes, los hombres que integraban la masa anónima forjadora de la riqueza del hato se mantenía en silencio. Fue debido a las informaciones de los pardos y peones libres, que podían ir de hato en hato, que se supo que en Santa María de Ipire, San Fernando de Cachicamo, Espino, Cabruta, Calabozo, Chaguaramas, El Sombrero y El Calvario, muchos esclavos habían abandonado a sus amos. La noticia inicial partía de lo que había estado agitándoles desde hacía tiempo: su libertad. Para romper con aquella vida sedentaria sólo bastaba resolverse. Los elementos estaban a la mano. El caballo era una invitación continua. Sentirse libres había sido siempre una aspiración.
Para el año 1813, en los hatos del Guárico no se hablaba de seguir a los patriotas o a los realistas. El llanero no tenía conceptos precisos sobre el rumbo a seguir. Sabía que la guerra lo iba a arrastrar, que tendría que ir a la guerra. Se incorporó a ésta cuando supo que la montonera que combatía al lado de Boves se había formado con esclavos e indios de Chaguaramas, Santa María de Ipire, de El Rastro, de San Fernando de Cachicamo, de Espino, de Santa Rita de Manapire, de Guayabal. Al frente del ejército estaba un hombre que comía y se embriagaba con ellos, y llegaba primero a la trinchera enemiga. Les ofrecía el botín que capturaban, y el anuncio de odio a los blancos no era vaga promesa. Delante de los soldados fusilaba a todo blanco que caía prisionero. Cerca de Altamira, en el llamado Cerro de Boves, había hecho fusilar centenares de blancos.
Seguir a Pedro Zaraza, a Leonardo Infante o a José Tomás Boves, al principio, era igual para el esclavo. Por eso, en la hora indecisa de los años 1812, 1813 y 1814, de manera furtiva los esclavos abandonarían los hatos y se entregarían a la violencia. Muchos nunca regresarían a sus pueblos de origen, y otros aprovecharán la revuelta para cobrar a sus antiguos amos los atropellos recibidos. Después que Boves muere, la masa anónima busca expresión en un nuevo caudillo, y desemboca en José Antonio Páez. El general Pedro Zaraza también capitaliza individuos dispersos y logra mantener, en los años desesperados de 1815 a 1817, la cohesión necesaria que fortalece la resistencia republicana. Entre el millar de hombres que la guerra hizo veteranos, estaban muchos antiguos esclavos del Guárico, que con orgullo recordaban la guerra de exterminio que habían hecho con Boves y luego el éxito continuo al lado de Páez, hasta Carabobo.
Los llanos guariqueños contribuyeron con la independencia nacional porque fueron escenarios de importantes batallas. El propio Bolívar en 1817 lanzó en El Sombrero, su célebre Proclama a los Llaneros, donde valoró y reconoció la valentía y la participación decisiva en las luchas independentistas. Lo que nos permite recordar de que manera los llanos del Guárico y sus llaneros fueron elementos esenciales en la conformación de Venezuela como República libre.
REFERENCIAS
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LA REVOLUCIÓN BLANQUEADORA DE LA REAL CÉDULA GRACIAS AL SACAR Y LA ASPIRACIÓN A LA IGUALDAD DE LOS "PARDOS BENEMÉRITOS" DE CALABOZO Y EL GUÁRICO (1808-1812)


CON MOTIVO DEL BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA DE VENEZUELA, EL ATENEO DE CALABOZO Y EL GRUPO DE HISTORIA REGIONAL Y LOCAL “EFRAÍN HURTADO” DE CALABOZO
Convocan al
V ENCUENTRO DE CRONISTAS E HISTORIADORES EN CALABOZO
EN HOMENAJE A LA HISTORIADORA Y PROFESORA
DRA. IRMA M. MENDOZA
Calabozo, sábado 1 y domingo 2 de octubre de 2011

LA REVOLUCIÓN BLANQUEADORA DE LA REAL CÉDULA GRACIAS AL SACAR Y LA ASPIRACIÓN A LA IGUALDAD DE LOS "PARDOS BENEMÉRITOS" DE CALABOZO Y EL GUÁRICO (1808-1812)

Por: DR. FELIPE HERNÁNDEZ G.
UNESR / Cronista Oficial de Valle de La Pascua
felipehernandez56@yahoo.es

Cuando el 4 de diciembre de 1811, el Congreso Federal Constituyente sancionó la primera Constitución de Venezuela, a instancias de las acciones adelantadas por los políticos socialmente pertenecientes a la clase de los blancos (criollos y metropolitanos) imbuidos del espíritu revolucionario; aprobaron una medida, según la cual, todos los hombres de color libres quedaban igualados ante a ley con los blancos en el marco de la ciudadanía. Indudablemente, que esta medida no habría sido concebida sin la presión que previamente ejercieron algunos individuos pertenecientes a las elites “de color” de la Provincia de Caracas. El principio constitucional estuvo basado en la Constitución de los Estados Unidos y los ideales de la Revolución Francesa, respetando los derechos del hombre y dándoles a todos los habitantes el tratamiento de ciudadano sin importar la clase social. Es de hacer notar que en ella no se abolió la esclavitud, pero se prohibió el comercio de esclavos. De forma general se puede tomar la aprobación de esta Constitución como el inicio de la Primera República.
Se trató de personas instruidas, con un alto nivel de prosperidad material, y que, por línea general, eran también los que más cerca tenían el ascendente europeo, lo que en ocasiones hacía que se les confundiese con los blancos. Pese a ello, las rígidas normativas coloniales basadas en el concepto de ‘calidad’, que formalmente determinaban en el caso hispano, el estatus legal que cada quien tenía dentro de la sociedad colonial, que les impedía deslastrase por completo de la “vileza” de su origen, lo que les hacía susceptibles a seguir siendo considerados –desde la perspectiva de los blancos– meramente como ‘gente de color’.
Apoyados en los preceptos de la Revolución Francesa, en Venezuela después de los sucesos del 19 de abril de 1810, dichas elites vieron en el proceso de cambio la oportunidad de lograr la igualdad legal con los blancos, en el marco del nuevo concepto de ciudadanía que se introdujo en aquella época, basado en principios materiales censitarios, indudablemente, sus representantes o líderes obraron políticamente, orientando sus esfuerzos en aras de lograr sus aspiraciones particulares como grupo étnico-social.
En el caso de la Provincia de Caracas, donde los pardos conformaban el 40% de la población (unos 150.000 individuos), integrada por una poderosa elite de ‘gente de color’ libre, los llamados ‘pardos beneméritos’. Como en otras partes de la América Hispana, este grupo étnico-social se había venido formando desde tiempos de la conquista, pero debido al desarrollo tardío que tuvo este territorio luego de la bonanza cacaotera de fines del siglo XVII, no fue sino a principios del siglo siguiente cuando comenzaron a consolidarse como un grupo social definido y, en consecuencia, a exigir mayores privilegios de la corona española.
Expone el investigador Alejandro E. Gómez (2005), que: Los ‘pardos beneméritos’ también se pensaban distintos del resto de la ‘gente de color’ libre. Para sostener esta posición, argumentaban que eran los más “blanqueados”, tenían alguna educación, y habían servido fielmente al rey en las milicias. En la Capitanía General de Venezuela, son los miembros de esta elite de color los únicos que tendrán los medios materiales y la ‘estimación’ suficiente para adquirir “dispensas de calidad”, a las cuales tuvieron acceso luego de la introducción en América de la Real Cédula de “Gracias al Sacar” en 1795.

Todo lo anterior confería una serie de ventajas inmateriales a los ‘pardos beneméritos’ de las cuales estaban conscientes. Esto se puede apreciar en la forma como obraban en la vida cotidiana en forma muy similar a cómo lo hacía la aristocracia blanca (mantuanos); es decir, como si se tratara de una ‘nobleza de color’, tal y como se refleja en diversos tipos documentos y otras fuentes que se conservan de ese período histórico. Uno de los documentos más emblemáticos de este comportamiento, lo constituye una misiva enviada al Capitán General en 1774 por los oficiales del Batallón de Pardos de Caracas, en la que solicitaban que se excluyese del mismo a uno de sus miembros, arguyendo que no tenía la misma ‘calidad’ de los demás: “…cuando no sea zambo, es tente en el aire, y por consiguiente enteramente excluido de la legitimidad de pardos…”.
En este mismo documento, los milicianos pardos dejaban claro que “no era correcto que ellos se mezclasen con la persona en cuestión, pues, además de que tenían serias sospechas de que era un “salto atrás” (mulato más negro). Esto violaba por completo la lógica reproductiva del grupo etno-social del que formaban parte, lo que argumentaban indicando que los padres de aquel individuo “…en lugar de adelantarse a ser blancos, han retrocedido, y se han acercado a la casta de los negros”.
 En consecuencia, la condición de pardo estaba restringida únicamente a los hombres de color con ascendencia europea, quedando fuera las “castas” y todas aquellas personas que, a pesar de estar emparentados con blancos, se habían vinculado nuevamente con negros.
La participación de los ‘pardos beneméritos’ en la Revolución de Caracas comienza en noviembre 1808, cuando se produce una primera tentativa por parte de los ‘blancos criollos’ por crear una junta autónoma en la Capitanía General de Venezuela, tras la ocupación napoleónica de la Península ibérica. Este proyecto juntista no tomaba en consideración a la numerosa población de color libre, ni siquiera a su elite. En consecuencia, los capitanes de milicias pertenecientes a este sector etno-social reaccionaron en forma airada, ofreciendo sus servicios al Capitán General. A los desencantados pardos se les sumarían eventualmente personas de “todas las clases”, lo que produjo un gran desorden que sólo pudo ser apaciguado cuando en la noche del 24 de noviembre, luego de que las autoridades coloniales arrestasen a los implicados en la conjura juntista. Esta postura contraria a la iniciativa tomada por los ‘blancos criollos’ de Caracas, quizá encuentre explicación en la buena acogida que había tenido entre la elite parda la introducción de la Real Cédula de Gracias al Sacar, a las que algunos de sus miembros tuvieron acceso; medida a la que los cabildantes caraqueños –que eran prácticamente los mismos que encabezarán el proyecto juntista de 1808– se habían opuesto enfáticamente.
Poco más de un año más tarde, el 19 de abril de 1810, algunos de estos mismos ‘blancos criollos’ volvieron a intentar la formación de un gobierno autónomo, luego de que se supiera en Caracas la noticia de la ocupación de Andalucía por parte de los franceses y el establecimiento de un Consejo de Regencia en la metrópoli. Este cambio de postura por parte de los milicianos pardos a favor de la causa autonomista facilitó la creación de una junta autónoma en Caracas: la Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando Séptimo.
La Junta Suprema también cedió en el ámbito de las costumbres que segregaban a los ‘pardos beneméritos’. En noviembre de 1810, se permitió a la esposa de un pardo de la ciudad de Calabozo, a hacer uso de una alfombra en la iglesia, bajo el muy ilustrado argumento de “…conservar el aseo y limpieza de sus ropas.”Al respecto la historiadora Patricia Protzel (2010) informa lo siguiente:
Cuando en noviembre de 1810, la Junta Suprema permitió a la esposa de un pardo de la ciudad de Calabozo hacer uso de una alfombra en la iglesia, bajo el argumento de “conservar el aseo y limpieza de sus ropas”, ocasionó un revuelo entre los blancos mantuanos, obligados a ceder en el ámbito de las costumbres incardinadas por 300 años de vida colonial a favor de los pardos beneméritos, y a satisfacer aunque sólo simbólicamente los sueños y las esperanzas de igualdad de las masas excluidas… Portar alfombra en la iglesia había sido un privilegio tradicionalmente reservado a las mujeres de la aristocracia blanca, lo que provocó airadas reacciones de las “pardas beneméritas” (quienes se creían con igualdad de derecho a usarlas), y en sus maridos que en última instancia también consideraban a sus mujeres como parte de sus accesorios simbólicos de prestigio y poder.

            La identidad social que exhibían y reproducían las mujeres pudientes se traducía en innumerables dentro del ceremonial y comportamiento social: en las capillas mayores de las catedrales los asientos para las mujeres de las principales autoridades del gobierno estaban asignados según su calidad, y estos asientos no podían ser ocupados por “indias”, “negras” o mulatas”. Las mujeres negras libres o esclavas no podían usar oro, perlas ni seda, salvo la que estuviese casada con español, y mucho menos podían portal alfombras. También la esclava se convertía en un objeto suntuario porque el número de esclavas que acompañaban a las damas mantuanas en la iglesia, indicaba el prestigio social y el poder económico de sus amos y amas. Este juego de relaciones enajenantes por detentar el poder a nivel micro o macro, en el terreno público y privado, dentro y fuera de sí mismos, incluso alcanzaba a la esclava de servicio doméstico que se cría en superioridad sobre la que trabajaba en la hacienda.
Hasta entonces este había sido un privilegio tradicionalmente reservado a las mujeres de la aristocracia blanca (mantuanas), lo cual previamente había generado algunas disputas con ‘pardas beneméritas’ quienes se creían con igual derecho a usarlas. Pese a tratarse de una concesión otorgada en un lugar distante de Caracas, esta decisión provocó un gran escándalo entre los blancos, pero también, como lo retrata el viajero Robert Semple, “…anhelos y esperanzas de cambio entre las familias de color”.
Los intentos por asegurar la fidelidad y adhesión del ‘gremio de pardos’ a la nueva situación política que se había inaugurado en abril de 1810, tuvo el éxito esperado. Esto se evidenció en el interés que de diversas maneras manifestaron sus miembros a favor del éxito del proyecto juntista, sobre todo en forma de generosos donativos cuyas listas aparecían publicadas regularmente en la Gaceta de Caracas. En el Guárico, son emblemáticos los casos de José Félix Salinas, natural de la población de San Francisco de Tiznados, de quien el historiador José Obswaldo Pérez (2011), publicó lo siguiente:
Nació en San Francisco de Tiznados a fines del siglo XVIII. Fue propietario de bienes en el sitio de La Guásima, los cuales abandonó y se incorporó junto con sus esclavos a la guerra de la Independencia. Casó con Anastasia Ceballos, natural de San Francisco de Tiznados… Es uno de los pardos Beneméritos distinguido del resto de la “gente de color” de aquella población de principios del siglo XIX, que se destacó en la lucha por la libertad y la igualdad entre sus congéneres. En 1811, Salinas aportó “80 arrobas de carne y 30 pesos en plata para pan” destinados para que las tropas patriotas fueran a combatir a quienes en Valencia y en Coro se oponían a la independencia… Ese mismo año de 1811, José Félix Salinas expone ante la Junta Suprema de Caracas: que el teniente justicia mayor de Calabozo no quiso cumplir la orden del 26 de noviembre de 1810, impartida por la misma Junta Suprema (la Conservadora de los derechos del rey Fernando VII) para que le permitieran a él y a su familia usar alfombra en la iglesia de San Francisco de Tiznados, alegando estar enfermo de sus rodillas “por la humedad de los suelos a causa de darse sepultura en ellos a los cadáveres”. Razón por lo cual los mantuanos del pueblo habían protestado, prerrogativa sólo dispensada a los blancos.

No obstante, la Junta Suprema ordenó cumplir la orden de que cualquier persona, de cualquier sexo o clase social, podía usar la alfombra y que sobre ello no debe hacerse ni consentirse se haga novedad que lo impida. Entre los firmantes del decreto se en encuentra su paisano el doctor Juan Germán Roscio, junto con los demás integrantes de la junta.
A modo de conclusión, puede decirse, que esta pretensión inicial por igualarse con los blancos en la cima de la sociedad colonial, comenzó a perder sentido cuando los revolucionarios venezolanos se esforzaron por lograr una declaración más universal a favor de toda la población de color libre en diciembre de 1811. A partir de ese momento pareciera no haber habido más espacio para el debate de ideas basado en los valores pigmentocráticos de la población colonial, mucho menos luego de que la revolución de Caracas se transformó en una cruenta “guerra popular”, en la que las masas de color -incluyendo a los esclavos que participaron- a fin de adquirir de una vez por todas su igualdad por el camino de las armas.
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Valle de la Pascua, 25 de septiembre de 2011.