EL PAISAJE DE PARAPARA, ORTIZ Y LA MESA DE PAYA DESCRITO POR HUMBOLDT EN SU PASO HACIA CALABOZO
(Era el mes de marzo del año 1800)
Dr. FELIPE HERNÁNDEZ G.
UNESR / CRONISTA OFICIAL DE VLP
felipehernandez56@yahoo.es
Visión general de la obra Viaje a las regiones Equinocciales del Nuevo Continente.
En la narración humboldtiana de Viaje a las regiones Equinocciales del Nuevo Continente resalta no sólo la acuciosidad de sus mediciones científicas, tales como las de la latitud, temperatura, humedad en el aire; sus descripciones botánicas y geológicas, las cuales no sólo compara con las precedentes, las que se efectuaran en paralelo y/o posteriormente a él, estableciendo equivalencias en el caso en que hubo necesidad de hacerlo. Para ello, hace gala de un conocimiento erudito de los trabajos publicados en su tiempo, así como de aquellos que realizaron y/o llevaron a cabo sus colegas europeos en el campo de las ciencias naturales, físicas, geológicas y demográficas. De igual manera, se destaca como observador de costumbres locales, delínea perfiles de los individuos de los distintos grupos humanos que va conociendo, acompañados de comentarios y juicios; en todo caso, supuestas visiones equilibradas acerca de las características positivas y negativas de las sociedades americanas, que buscan dar al lector sensación de imparcialidad, tolerancia y mente abierta.
La magnitud de la información tanto en el campo de las ciencias naturales como en el social, así como ser el europeo que hizo un amplio periplo por tierras americanas con la anuencia de la Corona Española, le permitió en parte establecer su autoridad sobre la naturaleza americana y sobre sus sociedades. De igual manera, su permanencia por cierto tiempo en las distintas colonias visitadas y su inefable afán por coleccionar, tomar notas en sus diarios, fueron la base para las diversas publicaciones europeas, en ocasiones, fragmentos de las mismas fueron objeto de conferencias, nos dan muestra que Humboldt unió a su gusto por el saber con su divulgación.
Su obra Viaje a las regiones Equinocciales del Nuevo Continente es un monumento a si mismo como científico y autor, eje tanto de la actividad que en ella describe como de los resultados y explicaciones a las que llega. Dada la variedad de información que el texto contiene, se deduce que Humboldt tuvo acceso a información del imperio español, no sólo la publicada, sino aquella contenida en los depósitos y archivos tanto de la Península Ibérica como de América, concretamente la de Tierra Firme; de ello da cuenta, ocasionalmente a lo largo de la obra. Otro tanto ocurre con sus informantes, tal como lo denominan los antropólogos; aquellos eran funcionarios coloniales, personajes encumbrados del entorno o gente sencilla con la cual él y Aimée Bompland toman contacto en sus correrías; pero, es en contactos ocasionales Humboldt los nombra por sus nombres, en especial, si son funcionarios coloniales o gente notable, el resto se desdibuja en la narración.
Una lectura atenta del texto nos indica lo vital que fue contar con “informantes”. Es obvio que Humboldt demostró talento y capacidad de integrar toda esta información, y hacerla parte de su relato de manera provechosa.
Hechas estas precisiones, en esta ponencia nos proponemos examinar el paisaje que vio Humboldt en su paso por Parapara, Ortiz y la Mesa de Paya en marzo del año 1800, mes de fuerte sequía con las calamidades propias del fuerte calor.
El paisaje de Parapara, Ortiz y la Mesa de Paya visto por Humboldt.
En el tomo tres de Viaje a las regiones Equinocciales del Nuevo Continente, libro VI, capítulo XVII, Humboldt describe su desplazamiento desde los valles de Aragua hacia los Llanos, siguiendo la ruta desde Valencia, Villa de Cura, San Juan, hasta llegar al villorrio de Ortiz, situado a la entrada de las estepas… “Después de haber tomado un baño en el riachuelo de San Juan, en el lecho de roca verde basáltica del agua límpida y fresca, continuamos nuestro camino a las dos de la mañana, por Ortiz y Parapara, a la Mesa de Paya”. Puede inferirse que por los efectos de las altas temperaturas no sólo se bañan en el río San Juan sino que para aprovechar el frescor viajan de madrugada.
Después de esta descripción, Humboldt se refiere a la situación de inseguridad y de pillaje que asolaba estos parajes. De ello dice: “Como en aquella época la vía de los Llanos estaba infestada de ladrones, varios viajeros se nos reunieron para formar una especie de caravana”.
Continúa el relato haciendo alusión a los topónimos, los caminos, la geología y los sitios que a su paso va encontrando: “costeamos el Cerro de Flores, cerca del cual se aparta el camino a la grande villa de San José de Tiznados. Se pasan las haciendas de Luque y del Juncalito para entrar en los valles que, a causa del mal camino y del color azul de los esquistos, llevan los nombres de Malpaso y Piedras Azules”. Vale la pena resaltar la condición de importante poblado que para 1800 ostentaba San José de Tiznados.
A Humboldt le corresponde el honor de describir por primera vez la geología de la microrregión, en ese sentido, en su relato expone:
El valle transversal que desciende de Piedras Negras y de la villa de San Juan hacia Parapara y los Llanos está lleno de rocas Trapeanas que exhiben relaciones íntimas con la formación de esquistos verdes que ellas tapan. Creemos ver ya serpentina, ya roca verde, ya doleritas y basaltos. No es menos extraordinaria la disposición de estas masas problemáticas. Entre San Juan, Malpaso y Piedras Azules, forman ellas capas paralelas entre sí… Más abajo hacia Parapara y Ortiz, donde los amigdaloides y los fonolitos se juntan al grünstein, toma todo un aspecto basáltico… Más al Sur, hacia Parapara y Ortiz desaparecen los esquistos. Se esconden bajo una formación trapeana más variada en su aspecto. Más fértil se vuelve el suelo; las masas peñascosas alternan con capas de arcilla…
Como se puede ver, describe las formaciones geológicas de gneis, esquisto verde, caliza negra, serpentina, roca verde, basalto, dolerita, amigdaloide y fonolita.
La localización geográfica de Parapara y Ortiz: Expone Humboldt, que la cuesta meridional de la cadena costanera es bastante empinada… De la extensa meseta de Villa de Cura bajamos a las orillas del río Tucutunemo, que ha excavado en la roca serpentinosa un valle longitudinal orientado de Este a Oeste… De ahí nos condujo un valle transversal a los llanos por las villas de Parapara y de Ortiz. La dirección de este valle es generalmente de Norte a Sur. Está angostado en varios puntos. Hay cuencas, cuyo fondo es del todo horizontal, que se comunican entre sí por gargantas estrechas y pendientes rápidas… El terreno de Parapara y Ortiz no está más alto que los llanos sino de 30 a 40 toesas.
La detallada descripción de la Mesa de Paya: Por los 9º1/2 de latitud, penetramos en la cuenca de los llanos. El sol estaba casi en el zenit; el suelo es donde quiera que aparecía estéril y desnudo de vegetación, tenía hasta 38º y 40º de temperatura. Ningún soplo de ciento se sentía a la altura en que nos hallábamos sobre nuestras mulas; en el seno de esta aparente calma, se elevaban sin cesar torbellinos de polvo empujados por esas pequeñas corrientes de aire que no se deslizan sino en la superficie del suelo y que se originan de las diferencias de temperatura que adquieren la arena descubierta y los parajes cubiertos de yerbas. Estos vientos de arena aumentan el calor sofocante del aire… En derredor de nosotros parecían las llanuras subir a lo alto; y esta vasta profunda soledad se exhibía a nuestros ojos como un mar cubierto de sargazo o de aguas pelágicas… estaba el horizonte, en algunas partes claro y netamente distinto, y en otras ondulante, sinuoso y así como estriado. La tierra ahí se confundía con el cielo. Al través de la seca nebulosidad y de los bancos de vapores veíanse a lo lejos troncos de palmeras. Despojados de su follaje y de sus copas verdegueantes, parecían esos troncos mástiles de navíos que se percibiesen en el horizonte.
A modo de conclusión, puede afirmarse, que la detallada y magistral descripción del paisaje de Parapara, Ortiz y La Mesa de Paya que nos relata Alejandro de Humboldt, en plena época de sequía, nos habla de la capacidad de observación del sabio, de su formación y del interés por la geografía de los espacios de la Tierra Firme, que es una de las denominaciones utilizadas en el período colonial para referirse a las tierras venezolanas, posiblemente por su ubicación en el Caribe, como una forma de indicar que se trataba de la parte continental.
CONCEPTOS BÁSICOS
Esquistos: Son rocas metamórficas de grado medio, notables principalmente por la preponderancia de minerales laminares tales como la mica, la clorita, el talco, el grafito y el cuarzo. La mayoría del esquisto procede con toda probabilidad de arcillas y lodos que han sufrido una serie de procesos metamórficos.
Estepas: Es un bioma que comprende un territorio llano y extenso, de vegetación herbácea, propio de climas extremos y escasas precipitaciones… Son áreas llanas o de escaso relieve con cubierta vegetal escasa, fundamentalmente herbácea y vegetación arbórea ausente o casi, con un clima extremado caracterizado por una sequía estival importante.
Sargazos: Nombre común de diversas algas marinas de talo diferenciado en una parte que tiene aspecto de raíz y otra que se asemeja a un tallo de estructura laminar y color pardo, que se halla en mares cálidos y templados de todo el mundo, en ocasiones formando grandes colonias.
Trapeanas: (Geología). Cualquiera de las diversas rocas ígneas de grano fino, densas y de color oscuro, tal como basalto o dolerita.
REFERENCIAS
FREITES, Yajaira. (2000): La visita de Humboldt (1799-1800) a las provincias de Nueva Andalucía, Caracas y Guayana en Venezuela y sus informantes. Publicado en: Quipu, Revista Latinoamericana de Historia de las Ciencias y la Tecnología. México, enero-abril 2000. pp. 35-52.
HERNÁNDEZ G. Felipe. (2011): Conversatorio en el Caserío Cumbito. Publicado en el blog Tierras Llanas, el 25 de marzo de 2011.
HUMBOLDT, Alejandro (de). (1991): Viaje a las regiones Equinocciales del Nuevo Continente. Tomo III. Caracas: Monte Ávila Editores. 2da edición. Traducción de Lisandro Alvarado. pp. 187-206.
En Valle de la Pascua, a los quince días del mes de agosto del año 2011.
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