ZARAZA. AÑO 1928
José Itriago
28 de octubre de 2011
Es difícil y doloroso hablar de la madre después de su muerte. Una vez escribí su “historia” basada en larguísimas y repetidas conversaciones con ella, ya en sus últimos años, cuando la memoria a corto plazo desapareció y fue sustituida por los recuerdos desde su infancia.
Su vida fue muy dura, pero siempre estuvo satisfecha con ella. Nunca le oímos reclamar sobre la suerte que le tocó, sino por el contrario, la fortuna de haberse casado con mi padre y haber logrado sacar adelante a sus ocho hijos.
Se llamaba María del Carmen Machado, nació en El Tapón, un sitio cercano a Zaraza, en el Estado Guárico, a orillas del río Unare, o sea, nació en lo que llamábamos “el campo”, donde no había ni hubo electricidad ni teléfonos. Sin embargo, recibía educación básica. Una maestra, Doña Severa (sugerente nombre para una maestra) se quedaba en la casa dándoles clases de gramática para escribir, leer y las más simples operaciones aritméticas. Muchos años después, cuando se casó con mi padre, con doctorados y estudios en el país y en el exterior, tuvo que aplicarse bastante más. Yo diría que tenía un nivel cultural muy de acuerdo a las amas de casa de la Caracas de su época y quizás alguito más que el promedio.
Hoy, en lugar de reproducir su “historia” voy a dejar que hable a través de tres de sus cartas, la primera cuando apenas tenía 13 años. En ese año, 1928, los llanos venezolanos fueron arrasados por el paludismo (que llamaban hematuria, porque la enfermedad se detectaba y se ponderaba por la sangre en la orina). Miguel Otero Silva escribió dos novelas sobre esa gran epidemia: “Casa muertas” y “Fiebre” muy bien documentadas, no solo en cuanto a la enfermedad, sino también el efecto social y la tragedia urbana que conllevó.
Las cartas están enviadas a su hermano que estudiaba en Caracas y copio algunos fragmentos que, en mi opinión, hicieron el carácter, la voluntad de vida y la aceptación de la muerte (decía: “La muerte es como los vecinos, están al lado pero mejor es no hablar de ellos”).
1) 3 de enero de 1928
Hermano, imagínate cómo estaremos de tristes con la muerte de nuestro querido hermanito Carmelo…El duró con la hematuria nada más que cuatro días… A Ñeña (la abuela) le está principiando catarro. Te manda mil abrazos y besos. Ella, cuando se siente delicada, se pone a llorar porque y que no te va a ver más. Dice que de aquí a que tú vengas, ya estará muerta porque está muy viejecita cuidado si no me mandas tu retrato. Cuando me lo mandes, lo mandas con una persona segura. Esos campos están tan solos y tristes que cuando vamos para allá lo que hacemos es llorar, acordándonos de nuestro padre y nuestro hermanito…
2) Zaraza 29 de marzo de 1928.
Siempre que cogía la pluma para escribirte, era llena de alegría y hoy mi corazón está traspasado por el inmenso dolor, dolor que no se apartará de mi jamás, por aquel ángel que vigilaba nuestros pasos, la autora de nuestros días.
Hoy hermanito, que triste es la orfandad en que quedamos. Debemos conformarnos con lo que Dios haga. Él es el único que puede hacer y deshacer y por eso debemos conformarnos. Hermanito, demás está decirte que mi mamá hasta lo último estuvo hablando y dándonos consejos y recordándote mucho; lo que decía era tu nombre.
Cuando el doctor se retiró y nos dijo que estaba fuera de peligro, ¡Ay, que alegría para nosotras! Y no encontrábamos cómo darle las gracias a Padilla, porque después de Dios, él era quien la había salvado. Y el miércoles nos pide un vaso para orinar y era pura sangre.
3) Zaraza: 25 de Septiembre de 1932
… Es verdad que nos dices que es muy sencilla (una intervención quirúrgica), pero son cosas tuyas, para consolarnos. Nosotras demasiado sabemos lo peligrosa que es y no nos tranquilizaremos hasta que recibamos un telegrama diciéndonos que saliste bien. Son muchas las comuniones que he ofrecido con tal de que salgas bien de este trance tan peligroso. Ay hermanito querido, nunca te imaginarás lo triste que hemos estado estos días con eso tuyo y con muerte de nuestra adorable abuelita (la que llamaba Ñeña), que como tu sabes, murió el 30 de agosto, días martes, a las cuatro de la tarde. Su vida se fue apagando poco a poco en un profundo sueño. A mi me queda el consuelo de que la asistí con esmero, aunque fuera los últimos días de su vida, y Dios me dio valor para ayudarla a bien morir… (Supo que estaba mal, pero la abuela estaba en El Tapón y ella en Zaraza, a 10 leguas, unos 50 Km.)
Entonces yo empecé a llorar y a decir desde que yo quería ir no había encontrado con quien irme, hasta que José me dijo que me acompañaba. Nos fuimos a las 7 de la noche y llegamos como a las 12 de la noche, porque tuvimos que pasar por Mayalito buscando baquianos y Marcial se fue con nosotros. Cuando llegamos la encontré que no hablaba. En el acto le puse una inyección de aceite alcanforado y muchos alimentos, y así fue levantando hasta que pudo hablar, no mucho, pero alguito y entonces le pregunté quien era yo y me dijo: María del Carmen. Ahí le pregunté que María del Carmen, que si era su sobrina o su nieta. Entonces me dijo con su voz dulce: María del Carmen, mi nieta, la del pueblo y me preguntó con quien había ido… Nada le dio para morir, solo que se le iba acortando el aliento…
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Una niña que aun no había cumplido los 17 años sale del pueblo, para llegar a medianoche a un campo. Va con todo lo que considera necesario: remedios y comida y sabrá Dios cuantas estampitas santas y mágicas. Debe atravesar el río, caminar por senderos de tierra todo el trayecto, iluminada solamente con velas (en ese año, ni siquiera en Zaraza había iluminación eléctrica y ni de ningún otro tipo) y apenas llega se dedica a cuidar a su abuela y con qué decisión: lo primero que hace es ponerle una inyección de aceite alcanforado. La acompañaba su hermano José, de 18 años.
Es muy poco para decir de ella. Pero tan pocas líneas me hacen el frío de su ausencia y la lloro escondido, fragmento de un algo, que se ha roto una vez más y que debo empatar. Después de todo, nos iremos todos, gota a gota haremos río destino y ella, cauce que era y será, verás crecer magnolias nuevas en su orilla.
RELATO PUBLICADO EN: EDITORIAL MONOGRAFÍAS. COM
ITRIAGO, José. (28/10/2011): “Comentarios”. En: Mora Torres. (2011): Usted será siempre la brújula nuestra… Editorial Monografías. Com /
http://blogs.monografias.com/editorial/2011/10/27/usted-sera-siempre-la-brujula-nuestra/#comment-17322
“Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.
Benito Pablo Juárez García
(1806-1872)
El Benemérito de las Américas
Podemos: Carlos Hernández
Nuevo Tiempo: Douglas González
Primero Justicia: José Luis García.
PPT: Orlando Zambrano
Cementerio Our Lady of Mercy de Miami.
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